Cuando faltan cronopios

Crónicas de ciertos amigos que llegué a conocer


lunes
  Mi espíritu, cuando se siente inseguro, aunque no sólo entonces, es absolutamente torpe. Se comporta como un dínamo, como un bólido, como un escupitajo en plena caida libre.

Me avergüenza; en ocasiones mi torpe espíritu me avergüenza, y entonces hay una tristeza que lo viene abarcando todo. Es nubarrón y tormenta, noche pasada por agua.

Suspiro; cuando mi espíritu se comporta de tan deplorable manera no resta más que suspirar, dejar pasar un poco el tiempo, hacer del respiro una vocacióninmemorial e innombrable. Es preferible, me parece que el silencio, en esos casos, es mejor que vomitar palabras sin sentido, incluso cuando esas palabras exponen una profundidad abismal y oculta, una verdad sentida acá, cerquita, donde más se siente. 
domingo
  Vivimos en frontera, colindando con la nada
Linderos
Linderos de toda linde
¿Cuáles son los verdaderos?


Colinde
mi voluntad con mi sueño
y muera yo en ese linde.


Lindo lindero
cuando lo que linda linda
con la cintura que quiero.


Estrofas de lindo linde.
Carlos Pellicer  
viernes
  "Mira, le dijo él al día siguiente, señalándole el mar que el sol llenaba de monedas, allá está la felicidad. ¿Existe? preguntó Rosana entre cerrando los ojos por el resplandor o por el miedo a verla. Sí, dijo él, los psicoanalistas dicen que es la realización de un sueño prehistórico, es un país donde nadie nos conozca y donde sólo nos duela el tiempo que hemos perdido.

Pero entonces no sabía que realmente estaba allá y entonces ni siquiera estaba todavía allí.

Después, Bichito, ya supe en qué consiste, en qué calle vive, en qué piso, cómo se han gastado los zapatos, cómo duerme bocabajo, cómo se queja gatuna al despertar. Y si la felicidad no es esto de vivir contigo, dentro detigo, yo te prefiero a la felicidad

Y ambos rehuyeron hablar de ese porvenir que no comenzaba mañana sino hoy, como lo atestiguaban esos largos silencios en los que el proyecto de felicidad volvía a pertenecer a la mitología: una aldea de pescadores en Grecia, consoló amor, sin testigos, sin problemas de dinero o de ausencias. (Hasta que un día, le dijo Gálvez, saldrás corriendo a la ciudad a buscarte una mujer que no huela a pescado)." 
miércoles
  La vi avanzar entre las piedras, sorteando charcos y evitando la superficie lodosa de esa tierra que comenzaba a anegarse; saltaba de piedra en piedra bajo esa lluvia adelantada con la que nos encontramos esa tarde de amor furtivo, de cálido gozo retardado. 
lunes
  Una de Adoum "Yo sé Bichito que un día me dejarás de querer pero eso no me impide amarte, así como la certeza de la muerte no me impide vivir". Adoum habla con esa voz que escuchá tantas veces de pequeño y que apenas hoy comienza a hacer sentido, hoy que en una noche de borrachera acudo a mi mujer sólo para descubrir que su cuca es habitación de placeres que me son ajenos, me dedico entonces a hacer entonces un curriculum de sus tactos y de sus gustos: saberme un miligramo de su placer justo hasta el momento en que ella, al mamarme la verga, me dice que sabía distinto, que era otro sabor el de mi sexo.

Quién sabe, quizá yo era también distinto,
diferente...
otro. 
miércoles
  El instante siente miedo. Al percatarse de que su cortedad es más bien una posibilidad de la inexistencia, simplemente entra en pánico.

Consecuencia de la plática mañanera con Alicia en la cruda de un sábado. 
lunes
  Vengo de una multitud de Plantas Bajas. En ese anuncio de verticalidad que todo edificio tiene he vivido los amores de mi vida. Hoy, al parecer ya me encuentro en un primer piso. 
miércoles
  Eufemismos situacionales:

Dícese de aquellas situaciones que son más bien modos elegantes de proponer la consumación del deseo.
 
lunes
  Una de vampiros Hubo un tiempo, y fue de noche pero había fuego en el cuarto. Hubo un tiempo en que las historias se dejaban narrar y era un tiempo alegre.

Eran días de vallenato, de sorpresas acuáticas, de escándalos radiantes, y era también el malecón en sus atardeceres y con sus restos de nieve de limón a cinco el barquillo. Y vos dejándote querer por el montón de abejas noctámbulas.

¿Cómo olvidar los viñedos que se repartían la superficie del paisaje en geométrico orden, que en todo el valle, al caer la tarde, se hacían presentes con la resonancia embriagadora de sus amores con el viento? Cierto odio le guardo a aquél desvergonzado que también entre tus cabellos trazaba caprichosas figuras y cuya intención sólo podía adivinarse en lejanas nubes.

Hubo un tiempo, digo, y me escurro al decirlo por la nostalgia como un infante entre la nieve.

Miro a la distancia y la encuentro disminuida, diminuta, esencialmente ausente. Pienso luego, no sin cierto desgano lógico, que esa distancia es el suspiro que me retiene acá de este lado, con estas ciudades, estos pantalones, con los inmensos televisores, con el vigor de la ceguera y la esperanza muy bien apagadita.

Me digo que un suspiro en la boca se diluye como oblea. Así de fácil: que se ingiere como el jerez, que se mantiene eterno como ese atardecer del cual nunca fuimos testigos. Y me digo que la penumbra no es más que un estado de ánimo/ una diagonal/ un rinconcito del corazón. Y que siendo eso, la sombra de estos mis tiempos sin retorno se disiparían con sólo abrir una ventana, con sólo echar candela, con sólo recoger este tiradero. No sé.

No sé porque, sin embargo, los brazos permanecen a mis costados, abajo. Mi boca se mantiene abierta dando lugar al único resquicio para la luz: estos dientes malditos, colmillos sedientos, que me permiten seguir viviendo.  
miércoles
  Palabra He ansiado el momento en que pueda finalmente describir ese abundante temor que sentimos ambos bajo las estrellas de ese rincón nocturno.

He esperado que las aguas dejen de proyectarme contra las rocas, que abandonen esa voluntad enferma de arrastrarme hasta la sangre.

He deseado que el sosiego sea poco más que vulnerable y me permita entonces recrear el encuentro de esas emociones silentes que lo mismo arrojaban pedernales a un inagotable peñón de azúcar, que degustaba el amargo sabor de una esperanza quieta, quizá detenida en un café de arrabal.

He querido aplacar las súplicas del desamparo y no consigo más que un retortijón en la boca del estomago y un enjambre vuelto loco a la altura de mis ojos.

He increpado al destino para maldecir su benevolencia, su astilla incesante, su desgraciado humor de las seis de la tarde. Todo para tener un vago recuerdo y una frase marcada en el corazón: hay que tenerle confianza al enemigo. 
martes
  Pero entonces todo esto deja de ser una paciente estancia y se convierte, en el curso del relato, en un grito, en una palabra...

"Todocomienza, todo termina ahora
todo pasa frente a mí como si se tratara de no olvidar nada.

Esta ciudad caminando hacia sus maldiciones, hacia sus bodegas
donde el sol es un huésped que trae la noticia
la decisión tomada en algún lugar, por algunas gentes
que no saben qué hacer con esa palabra ahogándose en el quicio de la memoria
pero que tiene que ser dicha. levantada: lámpara de oro o pequeño fuego en manos de ausencia
hasta los alcances de esa soledad, aguja en los ojos, sobre la mesa, sobre todo.

No sé. Ya nadie sabe. Palabra sola única, brillo de luz sobre la luz.
Sería la palabra, la que se lleva dentro cuando se parte hacia el silencio,
sería el ruido de la lluvia mojando tu casa con tierna furia,
pero una palabra, al fin sola, un levantamiento de amor, un grito,
tal vez el ademán que dejaste en el viento y que ahora es ave que te busca.

Tú fuiste esa manera de caminar que tienen ciertas barcas lejanas,
tú fuiste el calor y el incendio definitivo en tus manos
y la enorme tentativa de una tierra que sólo tu nombre supo."

Raúl Garduño. 1969 


























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