Mi espíritu, cuando se siente inseguro, aunque no sólo entonces, es absolutamente torpe. Se comporta como un dínamo, como un bólido, como un escupitajo en plena caida libre.
Me avergüenza; en ocasiones mi torpe espíritu me avergüenza, y entonces hay una tristeza que lo viene abarcando todo. Es nubarrón y tormenta, noche pasada por agua.
Suspiro; cuando mi espíritu se comporta de tan deplorable manera no resta más que suspirar, dejar pasar un poco el tiempo, hacer del respiro una vocacióninmemorial e innombrable. Es preferible, me parece que el silencio, en esos casos, es mejor que vomitar palabras sin sentido, incluso cuando esas palabras exponen una profundidad abismal y oculta, una verdad sentida acá, cerquita, donde más se siente.