Agente Guelo, reportando
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En relación con la primera misión encomendada, me es imperioso comunicar que la lectura del texto se llevó conforme a lo planeado. Habíamos llegado unos días antes y nos hospedamos en la última habitación del último piso del primer edificio del College. Un espacio habitacional que se encuentra justo frente a la torre y edificio donde se lleva a cabo el evento. En el hall, una mesa contiene las galletas, el café y el te necesarios para entretener la tripa y calmar el ansia. De lado izquierdo un largo pasillo lleva a dos habitaciones iluminadas por tres candelabros cada una. Estas inmensas instalaciones albergan las conferencias sobre Esperanza, en el primer salón, y sobre monstruos y monstruosidad, el segundo. de lado derecho del hall, unas escaleras llevan al comedor de Harry Poter. El lugar ha sido localizado.
El día que más me molesta estar lejos de Buenos Aires es el día de la primavera, dijo alguien unos días atrás. ¡Cuánta razón tenía!
De
al sur del surLe di todas las monedas que tenía porque me hizo reír. Agitaba el vaso para las limosnas y gritaba "I'm like Obama. I want change!".
Querida vida
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El destino me trajo a esta ciudad y con el tiempo el destino se convirtió, más bien, en un estado de ánimo. Mariposa de indeciso vuelo, subo y bajo por la calle sin saber muy bien cuál es mi destino. ¿Te encontraré también aquí, en este rincón del mundo? Alguna vez me platicaste de este planeta en el que ahora vivo y pienso, y mientras recorro las calles de esta nuestra ciudad (¿me puedo apropiar de esta ciudad de fríos y calores, de extremos culturales, de tanto carácter?) pienso en vos. Es curioso este estarte queriendo después de tantos meses. Te quiero, con esa canción repetida en la radio, te quiero con el ojo puesto en una morena de cabello pintado de rojo, te quiero cuando despiertas y sales corriendo sin siquiera lavarte, te quiero cuando me buscas por entre las calles y pasillos y salones de clase, te quiero cuando miro a las mujeres y te quiero cuando dos hombres se acarician el brazo. Te quiero, según parece, siempre.
Y pese a todo yo todavía te quiero
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Ya han pasado muchos días, meses, años desde que pasé por el periférico bajo un edificio al que, como protuberancia, le había salido un árbol del costado. Pasaba por debajo viendo la enramada que contrastaba violentamente contra el limpio cristal de las paredes de ese moderno edificio. Un poco así me siento estos días, aunque no sé muy bien si soy el árbol o el frío y sólido edificio. El viaje al norte por el periférico siempre me fue extraño. Y ahora siento esa extrañeza, ahora que te pica y te da comezón y quiero ayudarte a rascarte el sexo y no muy me dejas, o sólo de noche, bajo un árbol. Obligarte a que me tomes a que me estrujes un poco el mío. Imaginarme que a la distancia sólo el aroma desconocido, por tan lejano, de nuestros sudores paliará mi soledad de abismo, mi ausencia cotidiana, mi estarme sin saberlo, sin estarlo, sin, en fin, saberme del todo.
Hoy lloro. Las lágrimas se escurren en una cascada interminable. Es sólo el tiempo el que me aplasta
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I
Antes de avanzar habría que saber la ruta, me dijo Emiliano ya un poco tarde. Caminaba en sentido contrario, me alejaba más que acercarme, me distanciaba, me iba quedando atrás viéndome avanzar decidido. Quién sabe a dónde iba, pero no había fuerza que pudiera detenerme, contenerme, detener el llanto que, bajo la lluvia, se disfrazaba de tormenta. Descendía a gran velocidad, manteniendo un precario equilibrio, resbalándome por el fango, calle abajo.
II
Si nuestro amor (¿se puede decir que era nuestro amor, se le puede llamar así esa bestia que tanto gustaba de meterse entre nuestros pies y hacernos tropezar?) se había caracterizado por las humedades más aviesas y por recorrido muy personales, esta soledad y este chaparral eran ya una exageración.
III
¿Por qué me interpelas, Destino? ¿Por qué te entrometes en mis escritos? ¿Por qué me obligas a observar este abismo?
IV
Una estrella se aventuraba en mi esperanza, el asomo perverso de una noche donde se desplegaron las acciones más desastrosas. La acumulación de expectativas dio al traste con la aventura nada despreciable de amarte, pero ya nada se puede hacer en pleno diluvio. Llegaré enojado, molesto, ausente. ¿Llegaré acaso?
Era sólo cosa de resolver favorablemente este abuso, de hacer que el tiempo jugara por una vez en mi favor; era sólo asunto de escurrirme en la geografía de tu cuerpo, de piropearte sin sosiego ese lindo sexo tan tuyo; sólo una cosa: sólo era necesario que el destino se pusiera de mi lado. Pero…, algo como una marca inevitable, una pugna de dimensiones cósmicas contra el mandato divino. No era poca cosa pero no había miedo en el corazón de nuestro héroe. Quizá el asombro de enfrentarse a tan altas voluntades era lo que lo empequeñecía, nada más.
V
Eran la cinco de la mañana y no estaba muy seguro de poder llegar a algún lado. Después de dos horas de caminata estaba empapado, con los pies encharcados y la voluntad hecha sopa. Arrastraba al ánimo por el suelo y era divertido voltear de vez en cuando a verlo, a veces iba patas parriba, a veces iba esquiando por los sucios charcos de la calle, iba siempre tironeado y así me iba entrometiendo en la madrugada.
VI
Un embudo en donde esconderme, un cuadrante que me permite respirar en el entrecruce del infierno. Es sólo la locura acechando, es sólo esa desolación, esa forma extraña de la incomprensión, es sólo el abismo de mis noches y la entrañable sonrisa de tu recuerdo.
VII
¡Cómo me gustaría tener fuerzas suficientes para amarte! Cómo desearía poder morderte la oreja si que se entrometa este fétido sentimiento que me corroe por las tardes y que por las noches anida, ya contento, el muy cabrón, dentro de mi pecho. Cómo me gustaría llevarte de paseo otra vez, hacer que nuestra calandria nos lleve al cine y al mirador más alto, ver Querétaro desde el balcón de un hotel, pasearnos por Guanajuato, esconderse en la maleza de Palenque, perdernos en pulque, ir de la mano por el cerro, en fin, seguir empapándonos uno al otro.