Y pese a todo yo todavía te quiero
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Ya han pasado muchos días, meses, años desde que pasé por el periférico bajo un edificio al que, como protuberancia, le había salido un árbol del costado. Pasaba por debajo viendo la enramada que contrastaba violentamente contra el limpio cristal de las paredes de ese moderno edificio. Un poco así me siento estos días, aunque no sé muy bien si soy el árbol o el frío y sólido edificio. El viaje al norte por el periférico siempre me fue extraño. Y ahora siento esa extrañeza, ahora que te pica y te da comezón y quiero ayudarte a rascarte el sexo y no muy me dejas, o sólo de noche, bajo un árbol. Obligarte a que me tomes a que me estrujes un poco el mío. Imaginarme que a la distancia sólo el aroma desconocido, por tan lejano, de nuestros sudores paliará mi soledad de abismo, mi ausencia cotidiana, mi estarme sin saberlo, sin estarlo, sin, en fin, saberme del todo.