Yo isla evité el naufragio día a día
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Así dice mi valedor, así hemos vivido los día de este año, de esta década. 15 años con el mismo personaje y comienzo a hartarme. No naufrago, cambio de barco, solamente.
También un texto viejo.
También un personaje construyéndose hace ya 15 años:
Ella se peina, se acaricia, se vive y se comparte a mí. Yo la observo. Arregla sus pertenencias, busca algún cigarrillo, está pidiendo un tabaco. Yo la observo. Alguien la atiende, le extiende su pedido, la complace. Yo la observo. Agradece ignorando, el buen mozo se retira; ella voltea al rincón más cercano, arriba, en el techo de madera, y recuerda, seguramente recuerda. Yo la observo. Se estremece, recuerda algún estado del alma, intensamente recuerda algún sentimiento y se estremece. Desea, desea ya vivir y yo la observo.
En marzo de 1994
escribí este texto. Le proponía a Nuria que me escuchara, le propuse a todas y cada una que me...
IElla se detiene frente a la ventana: recién se levanta. Admira la imagen de una mañana que se escapa entrando por las ventanas, las puertas, por los rincones de una ciudad muerta de cansancio. Admira una mañana que avanza triste. Ella se detiene frente a la ventana, descubre 83 pequeñas fotos citadinas, descubre a Olivié en tres rascacielos y observa viejos paisajes de ochenta centavos. No le parecen, no le acomodan. Todas esas imágenes, esas creaciones, esos insatantes no le acomodan pero igual los carga porque configuran tu entorno y ya te han dicho miles de veces que debes saber dónde estás.
-¿Qué pasa, puta?
Ella calla, no nos dice de ascos, no nos habla de mierdas, no nos toca. Ella calla una vez más y coo si fuera de a diario. Lo es. La voz del fondo se guarda de nuevo entre las sábanas de una noche activa. Tantas cosas, tantas pruebas, tantas decepciones. Pasa la vida arrastrando los pies, levantando polvaredas. Pasa una ciudad con sus instantes, sus fotos, sus cuadros de ochenta centavos que la inmortalizan. Ella, muerta de miedos, de tristezas, observa un paisaje de ventana.
IIDespués de soltar unas palabras de cariñosos buenos días, él se vuelve a guardar entre las sábanas de una cama usada. Es domingo y su cita es tarde así que aprovecha la mañana para aflojar su cuerpo, su rostro. Se estira y termina de despertar. Tumbado, observa la silueta de una mujer que se interpone a la imagen de una brillante mañana. "Mejores han pasado". Se levanta presuroso, recorre con tres pasos de la habitación, da vuetla a la derecha y mea con delicia: pocos placeres como la orinada matutina después de una noche activa.
IElla está detenida en el tiempo, ella está oculta al mundo. Hoy ocupa el lugar exacto para ser enteramente, para poder nombrarlo, ya necesita, ya de rato. El paso urgente, escogido y urgente: su momento. Recargada en el marco de un paisaje, asomada apenas, sólo ella conoce, sólo ella imagina el mundo. Cuánto espera esta mujer casi joven, cuánto se le ha ofrecido, cuánto se agota antes de llegar a ella. Hoy es eso, el eso cualquiera que nos hace individuos. Piensa ya mucho, pensó horas y días enteros, intentando inventarse, pensaba y repensaba esa su vida que tan inquieta la tiene. Hoy, sin embargo, no le duelen ni su alma, ni el cuerpo, ni le duele él (él cualquiera, el de hoy, repites). Hopy esos pensamientos la tienen vacía, la extraen todita. Divaga ella con la ventana al frente y deshechos a la espalda.
-Eh, amor. Ágarrate las nalgas, déjame verte.
IIÉl, sentado en la cama, con la mano en el sexo, se acaricia. Observa atento la silueta de una mujer. Él no importa, hombre de treita largos años vividos en placeres sencillos: empezó a los once con tremenda masturbada de dolorosos resultados que lo convirtió en hombre. Hombre de negocios, trajecorbata, que al encerrarse en el baño de su escuela con una compañera de calzoncillos blancos, que al echársele encima, al sementarle la falda se hizo hombre. Hombre de tremenda sonrisa y hermosos zapatos, de tres tarjetas de crédito y gran futuro, que anoche se hizo hombre. Hombre cualquiera, importante; testigo de esta habitación, de esta mujer, de un paisaje que no alcanza a ver.
Ella de pie, desnuda casi. No se toca las nalgas, no se mueve. Él se acaricia desesperado, lo que siempre hace, se produce algo de placer, se hace hombre de la única forma en que sabe.
IElla, frente a la ventana, espera un momento. Retiene sus impulsos. Eso sí te enseñaron bien. Así se hizo mujer, así se negó. Noches enteras negándose, aceptando acostones de placeres pasajeros. Noches y días de interminable accionar de mujer. Ella se detiene al paso del sol, se le dibuja la figura y es una vez más mujer. Muy lejos está, muy lejos. Siempre más fácil una barca en el mar, tranquila, dejándose acarrear, adaptándose.
-Ven amor, ven aquí hermosa, ven y atiende mi cuerpo que se levantó con ganas de retenerte un poco antes de irse o, qué mejor, irse contigo aquí en la cama. Ven y te cuento algo.Abre tus piernas ahí, de lejos y luego ven. Abre tus piernas y te hago todo lo que quieras, ven mujer.
Y abrió las piernas atravesando la ventana, atravesando la eternidad. Sólo ella sabe lo que ha decidido. Sólo ella sabe en la inmovilidad de la muerte.
-Te acuerdas de los patos
del parque México?
-Sí, claro.
-Pues un perro entró a su laguito y los mató a todos.
-...
-Bueno... No a todos, se salvó uno llamado Eusebio.