Hoy lloro. Las lágrimas se escurren en una cascada interminable. Es sólo el tiempo el que me aplasta
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I
Antes de avanzar habría que saber la ruta, me dijo Emiliano ya un poco tarde. Caminaba en sentido contrario, me alejaba más que acercarme, me distanciaba, me iba quedando atrás viéndome avanzar decidido. Quién sabe a dónde iba, pero no había fuerza que pudiera detenerme, contenerme, detener el llanto que, bajo la lluvia, se disfrazaba de tormenta. Descendía a gran velocidad, manteniendo un precario equilibrio, resbalándome por el fango, calle abajo.
II
Si nuestro amor (¿se puede decir que era nuestro amor, se le puede llamar así esa bestia que tanto gustaba de meterse entre nuestros pies y hacernos tropezar?) se había caracterizado por las humedades más aviesas y por recorrido muy personales, esta soledad y este chaparral eran ya una exageración.
III
¿Por qué me interpelas, Destino? ¿Por qué te entrometes en mis escritos? ¿Por qué me obligas a observar este abismo?
IV
Una estrella se aventuraba en mi esperanza, el asomo perverso de una noche donde se desplegaron las acciones más desastrosas. La acumulación de expectativas dio al traste con la aventura nada despreciable de amarte, pero ya nada se puede hacer en pleno diluvio. Llegaré enojado, molesto, ausente. ¿Llegaré acaso?
Era sólo cosa de resolver favorablemente este abuso, de hacer que el tiempo jugara por una vez en mi favor; era sólo asunto de escurrirme en la geografía de tu cuerpo, de piropearte sin sosiego ese lindo sexo tan tuyo; sólo una cosa: sólo era necesario que el destino se pusiera de mi lado. Pero…, algo como una marca inevitable, una pugna de dimensiones cósmicas contra el mandato divino. No era poca cosa pero no había miedo en el corazón de nuestro héroe. Quizá el asombro de enfrentarse a tan altas voluntades era lo que lo empequeñecía, nada más.
V
Eran la cinco de la mañana y no estaba muy seguro de poder llegar a algún lado. Después de dos horas de caminata estaba empapado, con los pies encharcados y la voluntad hecha sopa. Arrastraba al ánimo por el suelo y era divertido voltear de vez en cuando a verlo, a veces iba patas parriba, a veces iba esquiando por los sucios charcos de la calle, iba siempre tironeado y así me iba entrometiendo en la madrugada.
VI
Un embudo en donde esconderme, un cuadrante que me permite respirar en el entrecruce del infierno. Es sólo la locura acechando, es sólo esa desolación, esa forma extraña de la incomprensión, es sólo el abismo de mis noches y la entrañable sonrisa de tu recuerdo.
VII
¡Cómo me gustaría tener fuerzas suficientes para amarte! Cómo desearía poder morderte la oreja si que se entrometa este fétido sentimiento que me corroe por las tardes y que por las noches anida, ya contento, el muy cabrón, dentro de mi pecho. Cómo me gustaría llevarte de paseo otra vez, hacer que nuestra calandria nos lleve al cine y al mirador más alto, ver Querétaro desde el balcón de un hotel, pasearnos por Guanajuato, esconderse en la maleza de Palenque, perdernos en pulque, ir de la mano por el cerro, en fin, seguir empapándonos uno al otro.