Conocerse
"Se conocieron. Él la conoció a ella y a sí mismo, porque en realidad nunca se había conocido. Y ella lo conoció a él y a sí mismo, porque aun habiéndose conocido siempre, jamás se había podido reconocer así" (Italo Calvino,
El barón rampante)
Eso fue después de haberse quedado solos, caminando cada uno su senda, sus calles de ciudad, acompañados apenas por una infinita soledad a modo, una soledad hecha a la medida de cada uno.
Se habían conocido toda la noche. Habían pasado como cometas uno sobre el otro. Sólo con polvo estelar se habían podido tocar, con finísimo polvo. Aunque ella recuerda, temiendo por su vida, haberse agarrado fuerte de una cuerda. Algo aterrada, recuerda haber sentido un dolor que la estremecía, un dolor intenso, un espasmo en el vientre, un estarse sin mantener el equilibro, algo como el vértigo en la cresta del mundo. Conoció y superó algo como un límite, se aventó al vacío y sólo pudo agarrarse de aquella cuerda que ahora ve en sus manos, mientras camina las calles de su ciudad poblada de soledades.
Él, por su parte, recuerda estar arrullando a la luna, recuerda haber contado historias, haber leído en voz alta sus míseros poemas. Eran historias para antes de dormir, historias narradas frente a una fogata en esa noche de verano. Recuerda haber arropado a la luna para hacer de la noche una luna nueva; recuerda que conforme pasaba la noche la fue desvistiendo, reconociéndola, haciendo que el suspiro fuera el ánimo de la noche. Recuerda una compañía que se negaba a estarse y a la que jalaba presuroso hacia sí, por aprensión más que por deseo.
Ella. Él. Recuerdan ambos una historia que les es ajena porque saben los dos que esa noche apenas se tocaron, que fue un anuncio o una advertencia, un temor compartido, un estarse temblando el uno junto al otro, un apenas saberse cometas cruzándose en el universo, un tacto de cometas en fuga.
Todo esto sintieron a la mañana siguiente, ya solos, frente al hospital que se plantaba frente a ellos anunciando la pronta recuperación de las heridas inflingidas. Todo eso sintieron, ya solos, en pleno abismo.