Los diversos grupos sociales, en la medida de sus posibilidades, se apropian de sus rincones, de sus casas, de los edificios y de las calles, y cada uno va dejando marcas físicas y simbólicas; monumentos y leyendas; casas, estatuas y novelas; iglesias, barrios y calles. Las casas nombran a las calles, los oficios a los barrios, las leyendas marcan los paseos de la Ciudad de México. Desde los signos de la identidad marginal, las marcas del desprecio público y las esquinas convertidas en orinales, hasta complejos escudos de armas y paredes de mosaico, se inscriben en el espacio las marcas y distinciones de lo que cada uno es, de lo que cada uno pretende ser.