Salí después de tomar apresuradamente la leche con güisqui que intentaría quietarme este dolor de cabeza insoportable. Me encontraría con mi contacto en medio del eje vial. Él estaría vendiendo periódicos y yo pediría las últimas noticias. De entre las hojas de ese periódico, una carta con las instrucciones claras para el resto de mi vida. Era una solución matemática que, en su sencillez tenía marcada la sutil belleza: serán varias noches de encierro en hoteles oscuros, decía al término de una larguísima cuerda hecha de nudos.
Recién recibido el mensaje lo comunico a todos ustedes, he ahí la respuesta del futuro. Todo será posible si jugamos a ser titiriteros de nuestro destino. Yo apenas cumplo con extender el aviso, recién recibido después de una escala de playa con novio incluido, y donde mis redes se impregnaron del tratamiento apestoso contra los piojos. Ya veremos qué sigue.