Hace mucho tiempo
amanecí en tus brazos. Y mientras te levantabas a preparar tu partida, yo, un poco más lento y un poco más flojo, estiré mi mano para leer un poema que descansaba en el suelo, quizá esperando ser leido.
Ese fue el instante en que Pellicer entró en mí como un rayo, como un trueno, como un gozo súbito y complejo. Transcribí ese mismo poema en esta página virtual.
Hoy que te vuelvo a amar, que te vuelvo a amar como un estúpido, tengo que asentar otra vez las palabras de Pellicer:
Al año de morir todos los días
los frutos de mi voz dijeron tanto
y tan calladamente, que unos días
vivieron a la sombra de aquel canto.
(Aqui la voz se quiebra y el espanto
de tanta soledad llena los días)
Carlos Pellicer
Horas de junio
(Fragmento)