Mi querido Jandro
Manito. Una vez más perdido, intrincado en los devenires cotidianos, encerrado en mis obsesiones. Héctor Lavoe canta “Yo soy el cantante”, y me conecto de manera estroboscópiaca con él, quien hizo del suicidio un desencuentro de dolorosas consecuencias. Escribo, como ves, desde el barroquismo de mi sentimiento y sin la capacidad clásica de la expresión clara, aunque nunca pretendidamente doctoral. Creo, en todo caso, que el barroco, como un lenguaje dirigido a las sensaciones y que intenta despertar sentimientos, hace de la práctica proselitista su voluntad férrea; no así la expresión clásica, que hace del pastoreo su actividad preponderante. Ninguna, por cierto, son actitudes dialógicas, aunque ambas puedan forzarse al diálogo.
Como ves, manito, me hago bolas con este primer escrito del año (¿al 17 de enero?). Deambulo como insomne por el cuarto de mis pensamientos y estoy, una vez más revuelto.