Bipolar Hay momentos en que las noches parecen eternas; hay días completos en que el sol simplemente no se pone. Hoy es de esos días y el calor es casi insoportable en el desierto donde nací, pero acá todo es distinto. En este meridiano del mundo los días son lo que son: una especie de mediodía y medianoche más o menos exactos. Tengo que pensar un poco, pues estoy seguro que esa vaina de los días es un asunto de percepción que de realidad comprobable.

Veamos si podemos abrir la ventanilla que está allá, cerquita del techo. Dejemos que el viento entre al cuarto mientras te dejas sobar el vientre y las tetas; ventilemos el ambiente y nuestros pensamientos que necesito pensarlo un poco más.

Este ir y venir entre la noche y el día colman, además de las metáforas de todo diario personal, el devenir de los meses, de los años y, de pronto, la vida se va entre unos y otros, escurriéndose entre los dedos como fina arena.

Tengo que pensar, pues no sé si tenga mucho que ver con los estados de ánimo; con la depresión y la euforia. Creo que es más lento y menos intenso; que no tiene mucho que ver con ese ser bipolar, que es como le dicen ahora a los maníacos depresivos. --Gran pretexto para dejar de pensar y dejarlo pasar todo, como desde las gradas--, me dices mientras me muerdes suavecito la mano con que te acaricio el cuello y el vientre y las tetas. Quizá identificar este ir y venir de días y noches, este estarse entre melancolías profunda y una incontenible felicidad, este ir y venir sin saberse muy bien dónde es que uno está; quizá identificando este estado no nos lleve necesariamente a resolver nada. Quizá en efecto sea una de las miles de formas de pasarse la vida hecho un pendejo. Quizá nunca podamos siquiera identificar estos dolores que nos acongojan y cn los cuales cargamos a todos lados.

Tengo que pensar y quizá sea entonces sólo un regreso histórico, una reiteración de la humanidad en esa reiteración tan sobada de la voluntad. Ocurre que, en todo caso, los días y las noches, aquí a tu lado, insisten en no sucederse, en permanecer: intentan perdurar el uno sobre el otro. Y digo eso cuando ya te levantas y comienzas a vestirte tapándote en primer lugar esas hermosas tetas y haciendo muecas de fastidio. Te veo levantarte con el reclamo en la boca y el desprecio una vez más colmándote el rostro: “Coño. No otra vez, Miguel”

Y entiendo, finalmente, que esos días y esas noches se reprochan los unos a los otros su necedad y su insistencia en permanecer, justo cuando abres la puerta y te vas bajo la luz de un sol más bien cansado.  ¶ lunes, octubre 04, 2004