Por ejemplo, el otro día estaba ocupado el baño de la casa donde ahora me quedo, y mi madre se estaba quedando aquí ahce unos años y como las ganas de orinar le urgían, que va y orina en el patio. Oh, escándalo, freak por acá y freak por allá, y dogo yo, por una simple meadita! Y entonces esas cosas que a mí me suenan de lo más normales arman gran alboroto y entonces uno comprende qué es haber sido educado hippymente, o sea, preguntándose con más frecuencias sobre las reglas, cuáles son necesarias y cuáles no, cuáles pueden romperse cuándo, sabiendo que las leyes no son fijas y que están sujetas a interpretación y que esa interpretación tiene que ser personal y responsable, es decir, que uno se autoinstituye con más libertad y más responsabilidad y luego mira uno a Juan (yo siempre lo miro) y se pregunta si deveras, si sí era así. Porque del otro lado esta eso que los biólogos chafas llaman adaptación, y el mundo es suficientemente hostil como para hacerlo más al preguntarle por sus motivos. Y sin embargo, hay algo que no deja satisfechos de él, hay un profundo dolor que es como una punzada permanente, y entonces urge preguntarle, confrontarlo, hacer que nos dé razones y motivos. Por eso es que no sé, te digo. Es como si de noche sólo la felicidad fuera recordada, cuando de día sólo el dolor y la lucha, la muerte y la locura, el abandono.
Sabes, no?