Para mi el retorno no está próximo. No todavía. Faltan muchos, muchos días y una calamidad de sucesos para que yo regrese. Regresaré algún día? Este sentimiento me aborda hoy y me aborda siempre. Regreso a mi pequeña comuna de gueyes que se chingan horrores, regreso al departamento urbano donde, a los pocos meses habrá que renegociar la estancia, regreso a la realidad después de estarme acá, en la horillita. Por eso mi regreso, cuando ocurra, será conundente, como costal de papas en las escaleras del capitolio.

Pero es que hoy, sólo tristeza. Como cuando lo que dejé en casa, se fue de pronto. Como cuando en el porche de esa diminuta casa tuve que ponerme a brincar para sacarlo de adentro. Como cuando sentí que una vez más estaba sólo contra el mundo. Como cuando el rechazo: no muy definido, sin ser nunca definitivo; mensajes no muy claros, las señales que son siempre evasivas. Yo tan directo y aprendiendo a la distancia a no serlo: evitar decir lo que uno piensa y evitar hacer lo que uno quiere, aprendiendo a ser estanco y diciéndote a vos, sólo a vos las cosas por las que paso. Y luego, así, sentirse solo, profundamente solo, hablando de frente a un vacío que pone el futuro como una flor que ahí aparecerá y no como el gesto de un artista.

Eso es Tepoz siempre. No sé cómo sea para los que de veras algo, pero me acuerdo del padre de la Aventura y eso es Tepoz siempre, y me acuerdo de fines de semana ahí, con bebidas y charlas y fumadas, siempre fumadas, y eso es Tepoz siempre. Qué sea. Que lo que ocurre en el otro cuarto no me afecte, que el sexo y la pasión entre dos no salpique, que todos podamos ser siendo como quiera cada uno ser y que todo esté bien. Pido clemencia a mis fantasmas: que me dejen en paz.

Pido silencio para quienes lo necesitan, pido parlata con toda su virulencia, contra mí. Quiero hablar y hablarme para ver si me escucho. Quiero no reclamar más que mi propia petulancia, quiero reclamarme a mí lo que reclamo en otros: egoísta, selfcentered. Hombre de barbas rojas eres tú el que se acobarda, el que quiere la atención, el beso de las buenas noches, la sonrisa vertical, el oído como un abismo dónde sumergirse, el corazón como una gran pastel de chocolate; lo quieres todo, pero no quieres tampoco imponer y ahí está la calamidad encojida, apunto de saltarte al cuello. Por eso no entiendes las señales, por eso te haces pendejo, ojiabierto, papanatas, soldado de cantera roja. Por qué no permites que cada quien encuantre su artesanganería, por qué no retuerces tus palabras contra el barro e intentas dar forma a un jarro, a una taza, a una renunciación? Te das cuanta que eres Oliverio en sentido contrario. La renunciación no es lo que busco. Regreso en cambio a las palabras de Perec. Si Joice "mostró que es fácil destruir la escritura; el problema ahora, me parece, es reinventarla... Es muy fácil abrir la llave del agua cuando un genio lo hace, uno se lo agradece; pero uno no es un genio, más vale no abrirla...".  ¶ domingo, febrero 15, 2004