Me desperté al día y fue lo primero que vi: el susto sentado en la silla frente de mi cama, viéndome, clavando la mirada como punzante amenaza.
Incorporando medio cuerpo, con los brazos atás de mí para sostener mi peso, abro y cierro los ojos para clarificar la vista. Poco después, ya cansado de los brazos por mantener la misma posición, me recargo contra la pared y busco mis lentes en la baúl que sirve de buró.
Intento no dejar de verlo: iqué se cree este, que puede llegar a mi cuarto y quedárseme viendo, así como así, durante horas!
Como lo consideré un reto, mantuve la mirada firme sobre la suya, hasta que poco a poco se fue diluyendo, poco a poco fue dejándome en paz. Pasadas unas horas, pude finalmente levantarme y venir a verlos.
Por eso llegué tarde, espero me comprendan y, sobre todo, me disculpen.