Crónicas de ciertos amigos que llegué a conocer
En la cuidad en la que vivo, a los objetos se les tiene un profundo respeto. Se les mira con una mezcla de miedo y fascinación. En todo caso, el respeto que infunde el diferente predomina y, básicamente, se les deja ser.
Por ejemplo, una hielera puede pasar de dos a tres días en medio del camino, frente a una casa, sin que nadie haga nada al respecto. Al cuerto, por supuesto, la hielera sigue ahí. La diferencia es que ahora ya está abierta y hay unos seis envaces de cerveza acompañándola.
No sé, creo que los objetos son una comunidad solidaria.