En marzo de 1808, tras haber abdicado Carlos IV, sube al trono de España Fernando VII.
En la
Nueva España, había júbilo general, y todos se felicitaban mutuamente. La leyenda dice que, como nunca antes y como nunca después, alegres convivieron en abrazos y golgorio europeos y americanos, sin distinción alguna. Los preparativos para la proclamación y jura del nuevo rey, pendientes sólo por las comunicaciones oficiales que se esperaba recibir, se interrumpieron cundo el 14 de julio llegó a tierras americanas la renuncia del rey al trono, cediéndolo a Napoleón.
Francia había invadido España, pero poco después se tenía también noticias de noticias del levantamiento del pueblo español contra los invasores franceses.
Acéfala la monarquía y preso el soberano legítimo, su representante formal en la Nueva España, el virrey, decidió formar un gobierno supremo provisional e invocado a nombre de Fernando VII. De modo que
el 9 de agosto de 1808, se instaló una Junta que ejercería el poder mientras Fernando VII estuviera preso. En esa junta se afirmó que, habiendo desaparecido el gobierno de la metrópoli, el pueblo, fuente y origen de la soberanía, debía establecer un gobierno provisional. El lenguaje de la política moderna, amarrándose a la tradición medieval sólo por seguridad, comenzaba sus pininos en las altas esferas del poder.
El principio de soberanía popular que se invocaba en la Junta no fue muy bien visto y sobresaltó, primero que a nadie, a los oidores. El primero en impugnar fue el inquisidor decano don Bernardo de Prado y Obejero, quien se limitó a decir que la soberanía del pueblo era doctrina herética, y preguntaba:
¿a qué hacer alteraciones peligrosas en el orden de cosas establecido?
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Poco tiempo después, ya para el 30 de agosto, dos comisionados de la Junta de Sevilla llegaron a México con la misión de que se reconociese a dicha junta por encima de la que se había formado en la Nueva España, y reconociendo su jerarquía, se le auxiliara prontamente con ayuda pecuniaria para resistir en España a los Franceses. Al día siguiente la Junta de la Nueva España fue otra vez convocada y en ella el virrey dio cuenta de los pliegos que acababa de recibir de Sevilla y de otra más, la Junta de Asturias, establecida en Oviedo, que pretendía también ser reconocida con calidad de soberana.
Ante la pregunta sobre a quién reconocer, cuál es la junta que representa a la soberanía española, Iturrigaray afirmó: "todo en España es juntas, y a ninguna debe obedecerse". De modo que escribió a las Juntas de Sevilla y Oviedo explicándoles los graves problemas que podía afrontar la Nueva España reconociendo a uno por encima de otra. Aunque hacía campaña de recolección de fondos para mandarlos a España para apoyar la resistencia contra los franceses, se negó a reconocer a cualquier Junta asentada en España.
Semejante declaración hizo ruido en la sensibilidad de algunos sujetos que contaban con el privilegio de relaciones políticas y económicas con la península ibérica, de modo que, las incidias del poder hicieron correr entre el vulgo el rumor de que el Iturrigaray tenía ya "apercibidas las teas" para quemar el santuario de Guadalupe.
La táctica sencilla: ofender la sensibilidad popular y aprovechar el revoloteo, preferentemente violento, para hacer pasar sus intereses en la lucha de posisciones de la Nueva España ante la Metrópoli. La estrategia la habían hecho evidente ya.
Lo que ahora llamamos el partido europeo, aquellos que se habían preguntaban para qué hacer alteraciones peligrosas en el orden de cosas establecido, estaban decididos a resolver las diferencias políticas de manera violenta.
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Para septiembre, con la toma del palacio y tras haber apresando al virrey, el levantamiento armado apoyado por el partido europeo había destituido a Iturrigaray y elevado a don Pedro Garibay como nuevo virrey.
Fue apenas el principio de un proceso que, con el tiempo, llevó a la Nueva España a independizarse de España y convertirse en México. Era, también, la burda exhibición de los modos de operar de ciertos gurpos político-sociales que con el tiempo catalogarán bajo el tilde de grupos de derecha. Grupos de esos hay incluso en partidos de izquerda, pero eso es arena de otro costal, historia de otras voces, de otros vuelos.