Coraspank,
Húbose que se había una brújula esdrújula que cantaba a todas luces mal. La conocí cuando apenas tenía catorce meces de nacida y ya berreaba como bruja en noche de luna llena. Esa burbuja no era de nariz pronunciada con acento gutural, era una bruja burbuja (oh, eso ya lo dije) y por eso algunos la llamaban la pompa, como las de jabón con las que jugabas de pequeña, sabes no? Húbose, pero se fue haciendo como soldadito de plomo, valiente y estático en su firme gallardía. Y claro, soldadito con balloneta y todo, así que podrás imaginar que la bombita esa se espantaba y le rehuía. Pero, a qué toda esta impertinencia, le decía el soldado al peluche más cercano: un tigre de rostro afable. El tigre, muy tigre él, no dijo nada cuando húbose un soldado que a sordas preguntaba.
Y entonces el peso de los años y un niño que decide dejar sus juguetes y los regala todos, o los pone en venta y alguien los compra y le parecen encantadores y los pone en aparador y ahora están ahí, todos, junto a un negrito bailarín (juego profundamente racista, diría el Spike, si tan sólo lo dejáramos hablar); negrito bailarín que se está quieto, quietecito, como protestanto, tan valiente como el soldadito de plomo y tan reticente como la bruja que no era más que burbuja de ánimo, y bruja por fuera y que por eso sigue flotando por encima de los juguetes todos.