Amor,
El susto me tiene acorralado: me da miedo, mucho miedo pues no es suto que se esté quieto y que uno pueda sobrellevar, hacerlo chiquito, pues, y llevárselo en el bolsillo como recuerdito, sino que se está ahí, espantando. Corazón a saltos, piel encogida y vida manteniéndose en un hilo, como malabarista mal pagado. Sólo el miedo es soberano en estas tierras. Es entonces cuando quisiera hacer otra cosa, imaginarme por ejemplo navegando sobre ríos y mares, alejándome de puertos, de mundos, de modos del ser, de este despreciable ser cobarde que lo cubre todo, este imposible ser pequeñito que por todo se estruja. Pero me resulta no sólo imposible, sino también deleznable. Asco. Una entonación quejumbrosa, como de niño sin abanico y el calor pegándosele con sudor en la piel.
Me obligo, qué otra cosa. Me obligo a saturarme, a ser estando ávido lector, diestro argumentista, siniestro estafador; polémico personaje de esferas públicas, y eso que, solo, estoy estando y así resulta que no discuto con nadie más que conmigo mismo. Eso me gusta pensar que soy.
Pero de nuevo es una nube mi estancia, y un suspiro no basta para disiparla. Carajo! Con tantos años encima y todavía chupándose el dedo. Por eso digo, me digo, que hay que hacer proyectos y enunciar, entonces sí, la claridad de una búsqueda y, hopefully, la maravilla de uno que otro encuentro. Pero es que, en serio, estoy como el amigo este que quiere y quiere hacer la revolución pero no hace ni dice más que quiere, que en serio quiere hacer la revolución. Estoy así compulsivo y ansioso, sin rumbo y sin gana.
Pero yo sí acabo, vas a ver tú. Yo sí que acabo con esos mounstros a los que otros sólo vuelta les dan. Vas a ver, mi amor, cómo yo sí cumplo y no te quedo mal. Pero, luego luego, me digo, no vaya ser como este, mi otro amigo, que multiplicándose en miles de aventuras cree que puede calmar el dolor, y por eso se ha dado a la tarea de inventar personajes. Lleva tres conocidos y otros cuantos más por conocer. Los encarna, te digo, a distintos días y a distintas horas, y digo, además de él que ya en sí mismo es un personaje encarnado. Digo yo que eso no, ni pa’l arranque siquiera.