Siempre he querido pensar a la nostalgia como un sentimiento ajeno al presente, más que un pesar recluido en el pasado. No es la pesadez de un recuerdo, más bien una puesta en marcha del deseo. La nostalgia como un despliegue difuso de la realidad, un sueño de éter. Por eso es que siempre hay algo de extranjería en los seres nostálgicos, una especie de abandono. En términos de geopolítica: la extraterritorialidad.
Creo que hay que entender que la belleza de los tiempos pasados proviene de la nostalgia, que es su producto no su causa. Así, el encuentro de la belleza en el pasado es resultado de una marcada ausencia. Esa belleza no es motivo de la nostalgia, es simplemente su consecuencia.