“Cansado de la labor prolongada, apenas si le queda tiempo [al obrero] para descansar por medio del sueño para reanudar su tarea de presidiario. Por lo mismo, no le queda tiempo para reunirse con sus compañeros de trabajo, y discutir y pensar juntos sobre los problemas comunes del proletariado, ni tiene humor para abrir un libro o leer un periódico. El obrero así, está absolutamente a merced de la voracidad del capitalismo. Necesario es que se reduzcan las horas de trabajo y se aumenten los salarios, al mismo tiempo que se entregue la tierra a todos los pobres, para, de ese modo, crear un ambiente de bienestar propicio a la educación y la unión de la clase trabajadora. [Flores Magón, noviembre de 1910]”