Junto a las preguntas, algunas afirmaciones
Las sublevaciones pertenecen a la historia. Pero, en cierto modo, se le escapan.
El movimiento mediante el cual un solo hombre, un grupo, una minoría o un pueblo entero dice: “no obedezco más” y arroja a la cara de un poder que estima injusto el riesgo de su vida –tal movimiento me parece irreductible–.
Y ello porque ningún poder es capaz de tornarlo absolutamente imposible: Varsovia siempre tendrá su gueto sublevado y sus cloacas pobladas de insurgentes.
Y también porque el hombre que se alza carece finalmente de explicación;
hace falta un desgarramiento que interrumpa el hilo de la historia, y sus largas cadenas de razones, para que un hombre pueda “realmente” preferir el riesgo de la muerte a la certeza de tener que obedecer.Todas las formas de libertad adquiridas o reclamadas, todos los derechos que se hacen valer, incluso los relativos a cosas aparentemente menos importantes tienen, sin embargo, ahí un último punto de anclaje, más sólido y más próximo que los “derechos naturales”.
Si las sociedades se mantienen y viven, es decir, si los poderes no son en ellas “absolutamente absolutos”, es porque, tras todas las aceptaciones y las coerciones, más allá de las amenazas, de las violencias y de las persuasiones, cabe la posibilidad de ese movimiento en el que la vida ya no se canjea, en el que los poderes no pueden ya nada y en el que, ante las horcas y las ametralladoras, los hombres se sublevan.
Michel Foucault“Inutile de se soulever?", Le Monde, mayo de 1979.
El monstruo de las vecindades
Pregunta para una tesis:
¿Qué hay de común entre la pestilencia y el horror de la vida de los pobres entre Londres y México?
¿Qué dualidad expone con esa marca de horror/distancia y compasión/acción social?
Cuando el tiempo pasa, uno ni se da cuenta,
pero marcado está.
Ante un nuevo prospecto de vida, sólo me resta decir.
Sobre el tendedero me cuelgo
tratando de secar tu humedad,
de mi cuerpo tu humedad,
de mi cuerpo tu pinche humedad.